¿Un mundo encerrado en conceptos? Lo que se queda en el margen de las palabras

Lord Chandos (Hofmannsthal, 1902) escribía a su amigo Francis Bacon para contarle la crisis que empezaba a sentir con el lenguaje, de repente los conceptos no le alcanzaban para poder expresar lo que sentía en cuanto a todo lo que le rodeaba, «las palabras abstractas que usa la lengua de modo natural para sacar a la luz cualquier tipo de juicio se me deshacían en la boca como hongos podridos». Puede que el personaje de Chandos tuviera mucho que ver con el filósofo Friedrich Nietzsche (1844-1900), cual destructor con el martillo. ya venía avisando de lo que Chandos sentiría, el ejercicio de egipticismo que causan las palabras a la vida, embalsamando todo lo que toca perdiendo toda la riqueza del mundo en la transición de la experiencia en boga de los conceptos que forman los objetos de los que hablan (Garcés, 2010), una forma de poseer al mundo, de poseer nuestra experiencia desde “fuera de”. Chandos ya se dio cuenta, Nieztsche quiso destruirlo y Descartes (1596- 1650) ya se adelantaba a esta especie de posesión del mundo encerrándolo para someterlo sin mas posibilidad que permanecer latente en un mundo de ideas inmutables. Si los conceptos someten ¿Nos someten a nosotros mientras los usamos? ¿Que diferencia hay entre callar y hablar de lo que nos rodea en palabras construidas por otros? Pero que peligroso es querer hablar por uno mismo cuando alguien no entiende lo que decimos, cuando no es previsible lo que sentimos, la experiencia que queda en la marginación del sistema de las palabras. ¿Y que connotaciones pueden tener entonces las palabras que dicen pero que también acallan? Quizá construir un sistema incapaz de captar la riqueza de la experiencia, incapaz de movilizar todas las capacidades como la de abstracción y la sensibilidad para captar las potencialidades y excedentes de realidad (Lora, 2008), quizá la incapacidad de poder crear un mundo que hable verdaderamente de cada uno de nosotros.